La forma de la felicidad, del amor y de la gratitud.

Hace mas de 20 años he tenido la suerte de encontrar una manada de delfines en alta mar.

Ha sido unos de los momentos mas intensos y felices de mi vida.

Estaban en todas partes, rodeando nuestro pequeño zodiac: había acróbatas juguetones, curiosos y valerosos atletas de la mar, y hembras nadando simbióticamente con sus crías.

LA FORMA DE LA FELICIDAD

Mi corazón latía fuerte, sentía la vida fluir dentro de mi, como un fuerte remolino de calor que desde mi corazón inundaba todo mi ser.

Me sentía poderosa, leyera, flexible y perfecta como los delfines que me rodeaban.

Casi me faltaba el aliento, desde mis ojos nacieron lagrimas de alegría mientras me sentía feliz como nunca.

Los únicos sonidos que se propagaban en el aire eran los de los delfines: chasquidos y silbidos tan perfectos y desconocidos para mi.

Me gusta pensar que esa fue la forma que ellos eligieron para comunicarse conmigo.

Incauta me tiré en el agua: ellos siguieron a nadar y jugar y saltar, aceptándome y compartiendo conmigo pocos instantes de sus vidas puras.

Yo estuve parada en el medio de su camino, llorando de felicidad.

AMOR VEREDADERO Y GRATITUD INMENSA

Lo que proveí es para mi la descripción de lo que llamo felicidad, amor y gratitud.

Es difícil explicarla en palabras: cada uno tendrá su manera de sentirla y vivirla.

Desde entonces para mi cada ocasión es buena para ir en búsqueda de delfines. He tenido otras reuniones con delfines, pero ninguna ha sido tan intensa como aquella.

Aquí en Fuerteventura es fácil todavía encontrarlos y cuando puedo me regalo una excursión de algunas horas en el barco de un biólogo marino que estudia algunas manadas que viven en la mar entre Fuerteventura y Lanzarote.

El biólogo es capaz de reconocer cada uno de los delfines de la manada gracias a los rasgos que ellos tienen en su aletas: el toma nota del comportamiento, de los cambios en la jerarquía de la manada, de los nacimientos y desapariciones.

TAN FELICES EN LIBERDAD, TAN TRISTES EN PRISION

Ver a los delfines libres, nadando en sus elemento, felices y perfectos, me hace pensar a los que son desafortunados, prisioneros del hombre en parques y acuarios, donde a menudo tienen que actuar y hacer espectáculos en piscinas muy pequeñas, rodeados de gritos y ruidos que para ellos son tan desagradables.

Quiero pensar que ninguno de ellos se acuerde de la libertad: quiero imaginarme que ellos sean inconscientes de su condición de prisioneros.

Quiero que nadie se le esplique o les cuentes lo que los hemos robado.

Quiero pensar que quien los guardas sea capaz de amarlos, respectarlos, cuidarlos y sea capaz de valorar el grande sacrificio que esos animales nos están regalando.

Quero pensar que sus vidas en prisión sirva a enseñar a los niños y a los adultos a respectarlos y amarlos mas en la naturaleza.